PALABRAS DE VIDA: Desde nuestro corazón, hacer todo el bien que se pueda, para dar buen fruto

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"Jesus attended a wedding in Cana. While there His mother approached Him with concern about the wedding running low on wine. Jesus turned water into wine. The story of this miracle is found in John 2 in the New Testament in the Bible.The Bible Art Library is a collection of commissioned biblical paintings. During the late 1970s and early 1980s, under a work-for-hire contract, artist Jim Padgett created illustrations for 208 Bible stories encompassing the entire Bible from Genesis through Revelation. There are over 2200 high-quality, colorful, and authentic illustrations. The illustrations are high quality, biblically and culturally accurate, supporting the reality of the stories and bringing them to life. They can be used to enhance communication of Bible stories in printed, video, digital, and/or audio forms."
27/02/2022: VIII Domingo del tiempo ordinario.
Desde nuestro corazón, hacer todo el bien que se pueda, para dar buen fruto.
Citas:
1ª lectura: Eclesiástico 27,4-7.
Salmo: 91 Es bueno darte gracias, Señor.
2ª lectura: 1ª Corintios 15,54-58.
Evangelio: Lucas 6,39-45.
Comentario: En un mundo donde crece tanta injusticia y violencia; las malas hierbas de los intereses y rivalidades; los espinos del odio, la discordia, la agresividad… tal vez debiéramos empezar a plantearnos no hacer a nadie la vida más difícil de lo que ya es, esforzándonos para que, al menos los que estén cerca de nosotros, tengan una vida más humana y llevadera.
Es necesario no envenenar el ambiente con nuestros problemas y egoísmos, procurando el acogimiento, la comprensión y el perdón como fuentes de esperanza para los demás. No es cuestión de cerrar los ojos ante la injusticia, sino de superar los problemas, no mediante leyes que se intentan incumplir, sino desde dentro del corazón donde se construye el ser humano, pues las leyes no pueden reemplazar la voz de nuestra conciencia. La verdad y la coherencia entre lo que decimos y hacemos son los pilares básicos sobre los que se asienta la conciencia moral y la convivencia y sin ellas no es posible la justicia ni la paz.
Las palabras y los hechos son importantes para determinar lo que realmente somos ya que mediante ellos expresamos nuestros pensamientos y deseos, lo que amamos y odiamos, la verdad y la mentira de nuestra existencia, los intereses que nos mueven, etc. Con las palabras podemos matar la fama y la honra de otras personas o resucitar a las calumniadas. Tanto las palabras como los hechos provienen de nuestro interior, el corazón humano.
La educación, cuando es integradora, nos va convirtiendo desde nuestro interior en personas para el bien, pasando de la maldad a la bondad y del egoísmo a la entrega, de lo corruptible y mortal a lo incorruptible y eterno. Conscientes de nuestras limitaciones hemos de trabajar para alcanzar esa superación y transformación para trascender, desde la fe en la resurrección de Jesucristo, con la esperanza de que lo que tenemos aquí montado no debe ni puede ser lo último, sobre todo para las buenas personas que han sido tratadas injustamente: esclavizadas, marginadas, empobrecidas…
Una esperanza que no nos exime de nuestra responsabilidad. Hemos de aprender desde la misericordia de Dios, sin estar tan preocupados en ver el mal y los fallos de los demás, pasando por alto todos los nuestros; no significa que no debamos realizar también la corrección al otro, pero fraterna, desde la apertura, la acogida y el amor, por su bien.
La sabiduría, fruto de la experiencia humana y la sensatez, nos conducirán adecuadamente por la senda del bien, pero también la inspiración divina fruto de la oración, lo que entraña tener conocimiento de la voluntad de Dios en favor de la vida de todos y reconocer que hemos de mejorar en virtudes y en verdad, con la coherencia que define a los sabios. Hemos de ser sinceros con nosotros, justos, honrados en nuestro comportamiento y piadosos para con Dios y para con los demás, laboriosos y rectos en todas las manifestaciones y acciones de nuestra vida.
El camino a la verdad ha de arrancar desde la libertad e intimidad propias, dejándonos iluminar por la verdad que procede de Dios, sin cortapisas ni condiciones, interrogándonos si existe esa verdad en nosotros, dejando que otros nos lo digan, y finalmente diciéndoselo a otros.
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