PALABRAS DE VIDA: Ser compasivos y misericordiosos para contribuir a un mundo más justo y feliz.

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20/02/2022: VII Domingo del tiempo ordinario.
Ser compasivos y misericordiosos para contribuir a un mundo más justo y feliz.
Citas:
1ª lectura: Samuel 26,2.7-9.12-13.22-23.
Salmo: 102 El Señor es compasivo y misericordioso.
2ª lectura: 1ª Corintios 15,45-49.
Evangelio: Lucas 6,27-38.
Comentario: La rivalidad, la confrontación y la violencia crean situaciones insostenibles entre los seres humanos, como la historia de Saúl y David. ¿Cuándo vamos a entender que el desarrollo armamentístico y la preparación para las guerras nunca nos van a traer la justicia y la paz entre nosotros, ni la felicidad, sino la destrucción mutua asegurada, el dolor y la muerte?.
La generosidad y el perdón son, por contra, las actitudes importantes para la existencia. Hemos de aprender a respetar la vida. Lo que diferencia al ser humano, biológico, pero terrenal, del verdadero ser humano, persona, creado a imagen de Dios, es el Espíritu del bien. Cuerpo y espíritu no existen por separado pues el cuerpo natural es la sede del soplo vivificante que viene del Dios que nos ha creado para la vida, el bien, la dignidad… en un misterio que trasciende hasta la plenitud de la resurrección.
Pero hemos de aprender a superar los instintos puramente biológicos y psíquicos de nuestra animalidad para comprender que hemos sido creados para una existencia mejor respetando la vida en general y la de los demás en particular, sin hacer a nadie lo que no queremos que nos hagan a nosotros mismos.
El proyecto de Reino de Dios que trae Jesucristo; un proyecto para la persona humana, de vida en libertad, de ayuda en comunión, de felicidad en paz, implica por ello renunciar al odio, a la confrontación, a la violencia; aunque haya razones incluso objetivas para no hacerlo; no podemos buscar una compensación a nuestro sufrimiento haciendo también sufrir al que nos hizo daño. Jesucristo propone el amor incluso a los enemigos.
El Reino de Dios se apoya precisamente en esa revolución; la del amor, algo que nos puede parecer romántico y utópico, pero que sin duda es radicalmente opuesto a todas las demás revoluciones históricas que, a fin de cuentas, no nos han servido para eliminar la pobreza, el hambre, las injusticias, las desigualdades, las guerras… y que han sembrado tristeza, dolor y muerte.
Jesucristo quiere algo mucho más importante de todos nosotros: la renuncia a la violencia para hacer justicia, y en cambio, el amor a nuestros enemigos; no pensando en un sentimiento de afecto y cariño hacia ellos, pero sí en una actitud de interés positivo por su bien en favor del bien de todos; algo aparentemente irrealizable para nuestra condición y únicamente concebible desde la compasión y el amor que él mismo nos ha tenido entregando su vida por nosotros.
Esa es la propuesta revolucionaria y radical del Reino de Dios; amar hasta hacernos compasivos y misericordiosos como Dios mismo, desde la perspectiva de su bondad paternal, aprendiendo a respetar a la persona en todos sus extremos e intentando comprender sus errores, debilidades y fechorías; ayudándole para que ella misma sea la artífice de su conversión.
No podemos progresar si pensamos únicamente en nuestro éxito, riqueza, poder… sin plantearnos los problemas de los demás, pues sin duda estos repercuten en la vida de todos.
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