PALABRAS DE VIDA: La fe en Dios es lo que nos da verdadera vida

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30/06/2024: XIII Domingo del tiempo ordinario.
La fe en Dios es lo que nos da verdadera vida.
Citas:
1ª lectura: Sabiduría 1,13-15; 2,23-24.
Salmo: 29 Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
2ª lectura: 2ª Corintios 8,7.9.13-15.
Evangelio: Marcos 5,21-43.
Comentario: Nuestra experiencia humana sobre la vida, el dolor, la enfermedad y la muerte, siempre nos han planteado muchos interrogantes. En nuestra condición existen unas ansias infinitas de bienestar, de felicidad, de inmortalidad… nunca satisfechas y que son muy difíciles de conseguir en nuestra vida cotidiana, ni siquiera en parte.
Nuestra naturaleza no está exenta de dolores sufrimientos y miedos a pesar de que existen muchos “salvadores” que, ni viven, ni dejan vivir, a causa de sus egoísmos, odios y rencores; de sus competencias y de su afán de poder y de riquezas… Salvadores que se creen poderosos generando conflictos, amenazas, guerras… y que llevan a los demás a un sin vivir continuo durante su existencia o a una prematura muerte no deseada. Este tipo de vida es evidente que no es la proyectada por Dios ni proviene de Él, sino del enemigo del ser humano que provoca el mal, el dolor y la muerte en el mundo.
Desde la sabiduría de Dios tendríamos que preguntarnos: ¿De qué vamos por la vida? ¿Qué es lo que tenemos que hacer? San Pablo nos habla de compartir y de generosidad; porque nuestro Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) lo ha dado todo por nosotros. Es por ahí por donde hay que empezar; por la caridad cristiana como ámbito de la justicia más elemental.
Es nuestra fe en Jesucristo, en sus palabras y obras, lo que nos puede restaurar, curar y devolver a la vida según Dios; un Dios de vivos que nos crea para proyectar su vida a los demás; desde el amor, la paz y la felicidad que él nos da y no desde los triunfalismos pasajeros y efímeros de mentiras y acontecimientos inexplicables. Es necesario dejar atrás nuestros miedos, con tener fe nos basta, pues, a pesar de nuestra fragilidad, el poder vivificante de Dios se manifiesta eficaz incluso en el sufrimiento y en la propia muerte. Es importante no perder la esperanza y empezar a comprender que la vida se hace posible incluso más allá de nuestra muerte por esa acción del amor de Dios.
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