PALABRAS DE VIDA: Ningún profeta es aceptado en su pueblo.

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30/01/2022: IV Domingo del tiempo ordinario.
Ningún profeta es aceptado en su pueblo.
Citas:
1ª lectura: Jeremías 1, 4-5.17-19.
Salmo: 70 Mi boca contará tu salvación, Señor.
2ª lectura: 1ª Corintios 12,31-13,13.
Evangelio: Lucas 4,21-30.
Comentario: El pueblo, por el hecho de ser mayoría, no tiene porqué ser automáticamente infalible. Las sociedades también se equivocan y pueden ser injustas si no tienen entre sus gentes, en cada momento, quienes se atrevan a denunciar sus errores, sus injusticias, sus atropellos, sus egoísmos.
La mayor equivocación de una sociedad puede ser el ahogar la voz de sus profetas; personas sencillas que en medio de la injusticia, donde los que ostentan el poder buscan su bienestar mintiendo y silenciando el sufrimiento, se atreven a vivir la realidad de los más pobres y miserables desde la denuncia de la hipocresía y desde la compasión de Dios por los últimos. Pero es difícil que quien se decide a actuar escuchando fielmente la voz de Dios en su interior y su proyecto en favor de los más débiles, sea aceptado por quienes viven cómoda y egoístamente de espaldas al Creador y a los demás.
No podemos pretender seguir fielmente a Jesucristo y no provocar la crítica y el rechazo de quienes no están de acuerdo con sus planteamientos evangélicos para la vida. El Espíritu que trae Jesús de parte del Dios de la vida, tiene muchas formas de manifestarse, siempre desde el bien común, pero la más importante de todas es sin duda la manifestación del amor al otro.
La experiencia más determinante y decisiva del ser humano es amar y sentirse amado. No se trata del amor de la amistad, ni del sexo, sino de la entrega total desinteresada al otro. La caridad, una de las virtudes teologales, debe ser un amor sin medida, que se entrega aunque no haya respuesta, paciente y que lo perdona todo siempre, un amor que no pasa nunca. Ese es el carisma al que todos debiéramos aspirar. La educación, la cultura, la intelectualidad… sin duda nos perfeccionan, pero lo que de verdad nos da méritos para ser más humanos es ese amor al servicio de los demás y no para uno mismo; la fuerza impulsora de la comunidad para el bien de todos, muy necesaria hoy en día, sobre todo para la familia.
Lo que Jesús Nazareno quiere que entiendan sus vecinos es que ha llegado la hora de que las palabras proféticas no se queden sólo en escritura sagrada; Dios ya está salvándonos con ellas, ahora es tiempo de acatarlas y acoger su Espíritu para realizar nosotros nuestra misión desde ese carisma fundamental del verdadero amor. Una misión que nos acarreará no pocos sufrimientos y dificultades y cuya gratuidad es garantía de autenticidad.
Es desde el amor como el uso de los demás dones y carismas recibidos alcanza su verdadero valor y utilidad. El que ama desinteresadamente ha nacido de Dios y conoce a Dios, porque Dios es amor y nos ha amado primero y nos lo ha manifestado a través de Jesucristo. Hemos de aprender a ser verdaderos profetas que desde nuestra fe y nuestro bautismo como cristianos, acojamos libremente el proyecto del Reino de Dios que trae Jesucristo, sin privilegios y escuchando y haciendo realidad la palabra de Dios en nuestras vidas
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