PALABRAS DE VIDA: Tener espíritu de compasión y misericordia compartiendo la vida.

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7/11/2021: XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. Día de la Iglesia Diocesana.
Tener espíritu de compasión y misericordia compartiendo la vida.
Citas: 1ª lectura: Reyes 17,10-16.
Salmo: 145 Alaba, alma mía, al Señor.
2ª lectura: Hebreos 9, 24-28.
Evangelio: Marcos 12,38-44.
No pensemos que la compasión y la limosna son actitudes desfasadas y que el Estado es quien debe organizarse para atender todas las necesidades de las personas; cada cual debe poner de su parte todo lo que sepa y tenga para alcanzar ese bien común y esa justicia social que nunca llegan.
Algunos creen que lo progresista es exigir a la Administración Pública que atienda de manera eficaz a los más necesitados, mientras ellos procuran su bienestar luchando de manera despiadada contra sus posibles oponentes y competidores, instalados en sus pequeñas parcelas y buscando la manera fácil, y a veces corrupta, de ganar mucho sin pagar impuestos.
Sin embargo, desde siempre ha habido gente humilde y sencilla, “pobres” dispuestos a echar una mano a quien los necesita con un sentido bien arraigado en ellos de lo que debe de ser la justicia, el amor al prójimo y la caridad. Personas con enorme capacidad de sobrevivir a la adversidad que han aprendido a ver la realidad de los más necesitados, no por casualidad, sino por experiencia, desde la que han comprendido la importancia y la necesidad vital de ayudarse entre sí, de convivir desde la cercanía y la ayuda con todos aquellos, que como ellos, también comparten su vida y sus miserias, su humanidad. Han aprendido desde la experiencia de sus vidas que los medios disponibles y los bienes, escasos para ellos, sólo son instrumentos para compartir y no para acumular, y sufren cuando ven las desigualdades, la corrupción y la indiferencia, tan extendidas hoy en día, de sus dirigentes y poderes públicos.
En nuestra sociedad del bienestar hemos aprendido a dar lo que nos sobra pero no a compartir nuestra vida y a tener misericordia, compasión, y amor por los más necesitados. La originalidad de Jesucristo en su misión sacerdotal de borrar el pecado del mundo, radica en que el sacrificio para entrar en la intimidad de Dios no lo hace con animales, sino con su propia vida, poniendo así de manifiesto que lo que Dios quiere no son los sacrificios, sino el corazón amoroso de la persona. Sólo tiene valor aquello que supone una existencia entregada al Dios de la vida en beneficio del prójimo, demandando la abolición del egoísmo y el mal que este causa, “el pecado”. Es en esa entrega de Jesucristo por amor donde el mal queda vencido. Jesús no está contra el culto y la limosna de los pudientes, sino contra su hipocresía, proponiendo como ejemplo el de la viuda que actúa desde su corazón y su propia vida; los demás se desprenden de lo que les sobra, reservándose su vida; la viuda pobre con aquella moneda entrega su vida misma.
Hemos de descubrir el verdadero sentido de la Palabra de Dios que nos dice una vez más que nuestra existencia y carismas nos han sido dados gratuitamente para el servicio a los demás por lo que nunca pueden ser motivo de privilegios especiales y que la generosidad no depende de cantidades. Quien se entrega a Dios sin reservas ha de agradecer y aceptar los bienes que de Él recibe para ponerlos al servicio de los que carecen de ellos.
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