PALABRAS DE VIDA: “Quien quiera ser primero, que sea el último y servidor de todos”

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22/09/2024: XXV Domingo del tiempo ordinario.
“Quien quiera ser primero, que sea el último y servidor de todos”
Citas:
1ª lectura: Sabiduría 2,12.17-20.
Salmo: 53 El Señor sostiene mi vida.
2ª lectura: Santiago 3,16-4,3.
Evangelio: Marcos 9,30-37.
Comentario: En la historia humana siempre ha habido poderosos impíos que se han opuesto a la justicia y a los derechos de los demás, persiguiendo a todas aquellas personas que simplemente con su testimonio de vida y honradez desenmascaraban sus ambiciones de riqueza y de poder, su falta de ética, la arbitrariedad de sus leyes y normas, sus mentiras… etc. La persona justa es incómoda por su propia presencia ya que denuncia sólo con sus obras, a veces ni siquiera tiene que recurrir a las palabras, por eso es sometida a murmuraciones, ultrajes, persecuciones y torturas, para quitarla de en medio de forma ignominiosa.
En la vida existen dos maneras de actuar: según la sabiduría que anida en el corazón de estos impíos que provocan confrontación, envidias, desordenes, guerras, asesinatos… o según la sabiduría que procede del Dios de la vida bondad infinita, y que es amante de la verdad, de la justicia, de la paz… condescendiente, dócil, misericordiosa y defensora de los más débiles. La primera verdaderamente no es de sabios sino de insensatos y no da vida y felicidad sino negatividad, dolor y muerte. Únicamente nos salva la sabiduría que viene de Dios y que también puede anidar en el corazón humano. Son dos visiones de nuestra existencia contrapuestas, dos tendencias que forman parte de nuestro propio ser dualista y de nuestra naturaleza; instintiva y egoísta por un lado y reflexiva, altruista y amorosa por el otro.
Hemos de aprender a saber escuchar e interpretar, desde nuestro interior, esa voz del Dios de la vida; desde la reflexión de la palabra de Dios profetizada, desde el Evangelio de Jesucristo y desde la oración, para llegar a alcanzar esas actitudes positivas del ser humano justo y bueno que hemos mencionado.
Al igual que a los discípulos de Jesús Nazareno, nos cuesta mucho entender no sólo su pasión, su muerte y su resurrección, sino las nuestras; y más aún, tener la total seguridad de que estamos y estaremos siempre en las manos del Dios creador y dador de vida. Que en nuestra existencia nuestra impotencia es como la de ese niño al que se refiere Jesús que quisiera ser también el primero en todo y no puede por sí mismo. Que en nuestra vida no han de tener importancia las diferencias y los rangos sino las experiencias de comunión y de entrega, y que hemos de aceptar siempre a los más pequeños, débiles y necesitados, a los que menos cuentan en este mundo, a los que no tienen poder, defensa, derechos, voz, recursos… sin sopesar si son o no inocentes sino mirando su fragilidad y vulnerabilidad. En el Reino de Dios que nos trae Jesucristo únicamente podemos alcanzar la gloria, la grandeza y el honor, desde la entrega, el servicio desinteresado a los demás y el verdadero amor.
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