PALABRAS DE VIDA
22/1/2023: III Domingo del tiempo ordinario. Domingo de la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios hecha carne nos llama a la conversión.
Citas:
1ª lectura: Isaías 8,23b-9,3
Salmo: 26 El Señor es mi luz y mi salvación.
2ª lectura: 1ª Corintios 1,10-13.17.
Evangelio: Mateo 4,12-23.
Comentario: Como bien sabemos, nuestra sociedad se asienta en la competitividad; la lucha del más fuerte por imponer sus criterios, en beneficio propio, contra el más débil que deberá acatar sus decisiones. La dominación de los, supuestamente poderosos, muchas veces se ejerce desde el engaño y la manipulación de las masas para someter y oprimir a las minorías marginadas y sin poder. Esta situación no se reduce sólo a lo social, como también podemos ver ocurre en el ámbito de algunas religiones.
La novedad que Jesucristo trae a la humanidad es la proclamación de un Dios creador y defensor de la vida que, en contra de nuestros egoísmos, busca implantar entre nosotros la verdad, la justicia, el perdón, la misericordia, la paz, el amor… Que como Padre suyo que le ama y a todos los seres humanos por igual, quiere que todos seamos realmente, como buenos hermanos, solidarios y entregados los unos a los otros; como una verdadera gran familia para atender preferentemente al más débil, al menos favorecido, al más necesitado, indefenso y despreciado. Este es el ideal de lo que debe representar el reinado de Dios, éstas son las buenas noticias que identifican al Evangelio y que hemos de llevar a cabo los cristianos seguidores de Jesús Nazareno. Es hora ya de acoger la Palabra de Dios, el Evangelio, la esperanza que trae Jesucristo a la humanidad, lo cual exige; conversión, un cambio de nuestra mentalidad y una confianza absoluta en esa Palabra que viene de Dios.
Lo importante es llevar adelante el proyecto de Dios, pero eso exige comunión y unidad de criterios. La humanidad sólo progresará y se salvará si fomentamos la comunión, lo que implica ponerse de acuerdo mediante el diálogo, iluminados por el ejemplo y el proyecto de Jesús, para hacer todo el bien posible a los demás compartiendo por ello su mismo Espíritu; unos mismos sentimientos de fraternidad y de respeto en la diversidad. Lo que Jesucristo anuncia con este tiempo nuevo que se acerca; con esta soberanía de Dios como Padre de todos los hombres, pone patas arriba el concepto y la creencia de Dioses misteriosos, lejanos, castigadores, sin corazón ni entrañas; para presentarnos a un Dios cercano, humano, compadecido de los pobres, desamparados y afligidos que sufren y lloran a causa del mal implícito en nuestra propia naturaleza y condición y que nos abre a la esperanza de un mundo y una vida mejor para todos. Hemos de aprender a limpiarnos de nuestros egoísmos e intereses para liberar nuestro corazón de angustias y complicaciones creadas por nuestros afanes de poder y posesión, buscando la verdadera felicidad en vivir para los que nos necesitan.
La palabra de Dios, hecha carne en Jesucristo, sigue siendo esa luz que ilumina lo tenebroso de nuestra existencia humana, necesitamos acogerla y confiar en ese proyecto de Dios desde el Espíritu de Jesús Resucitado, creyendo en lo que él creyó y dándole importancia a lo que él se la dio.
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