PALABRAS DE VIDA
16/10/2022: XXIX Domingo del Tiempo Ordinario.
La importancia de perseverar en la oración a Dios como Padre.
Citas:
1ª lectura: Éxodo 17,8-13.
Salmo: 120 Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
2ª lectura: 2ª Timoteo 3,14-4,2.
Evangelio: Lucas 18,1-8.
Comentario: Desde el comienzo de nuestra historia hay males y sufrimientos que aguardan una respuesta y por ello pensamos que a Dios no le conmueven nuestras súplicas. Nos parece que ni escucha ni responde, lo que lleva a más de uno al desengaño o la incredulidad. El cristianismo sin embargo, proclama la victoria del amor de Dios encarnado en Jesucristo, mientras millones de seres humanos experimentan los abusos de sus hermanos y el silencio de ese Dios. Pero la parcialidad de la justicia de Dios en favor de los más débiles conviene recordarla, aunque escandalice nuestros oídos aburguesados.
Sería una equivocación pensar que nuestra oración sólo es eficaz cuando conseguimos lo que hemos pedido a Dios. Los objetivos que nos marcamos no se consiguen sin empeño y esfuerzo, y desde luego, si son en beneficio de todos, ni con violencia, ni con la fuerza de las armas y las guerras. La victoria final va a depender de nuestros hechos y de la confianza en el bien que viene de ese Dios.
Las escrituras bíblicas nos pueden ayudar, entendiéndolas como experiencias religiosas personales o comunitarias que se han ido inspirando desde el espíritu del bien de ese Dios que ha actuado a lo largo de la historia para nuestra liberación del mal y del egoísmo, y el logro de la justicia, la paz, la felicidad y la salvación de la humanidad. Toda esa Palabra de Dios, inspirada a los profetas (Antiguo Testamento) o pronunciada por Jesucristo (Evangelio) contiene la sabiduría necesaria para orientar adecuadamente la existencia del ser humano.
Una Palabra útil para crecer en la fe y en los valores cristianos del Reino de Dios; para exhortar, proclamar, denunciar, corregir… nuestro proceder. Para crecer desde nuestro interior según la reflexión de esa Palabra de Dios, desde la oración y la comunicación con ese Dios Padre, según las vivencias que nos revela Jesucristo, frutos del amor y de la confianza. Jesucristo insta a sus discípulos y a nosotros con esta parábola del Evangelio a ser perseverantes en esa oración, desde la experiencia profunda de Dios como Padre y desde la gratitud por los dones que recibimos de Él.
Es la fe la que prepara ese caminar personal del ser humano con el Dios de la vida para experimentar la realidad de su bondad, su poder bienhechor, la esperanza y la certeza del encuentro con Él y sobre todo la experiencia de su amor al ser humano que se traduce en nuestra misericordia y caridad hacia los demás.
El que aprende a dialogar con Dios y a invocarlo sin desanimarse, va descubriendo la verdadera eficacia de la oración dejándose guiar por el Espíritu Santo que nos hace hijos adoptivos de Dios, no esclavos, para dar testimonio de ese Dios y nos ayuda a vencer nuestras incertidumbres, miedos y flaquezas disponiéndonos para la acción y la entrega, para el servicio a los demás con todos los dones recibidos.
La eficacia de la oración radica en que nos hace más creyentes, más humanos, nos abre los oídos y el corazón para escuchar con más sinceridad a Dios para limpiar nuestros criterios y nuestra conducta de todo lo que nos impide ser hermanos alentándonos a vivir nuestra esperanza, fortaleciendo nuestra debilidad, aliviando nuestro cansancio.
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