PALABRAS DE VIDA: Las bienaventuranzas; un programa para la dicha de la humanidad

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13/02/2022: VI Domingo del tiempo ordinario. Campaña contra el hambre en el mundo.
Las bienaventuranzas; un programa para la dicha de la humanidad.
Citas:
1ª lectura: Jeremías 17,5-8.
Salmo: 1 Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
2ª lectura: 1ª Corintios 15,12.16-20.
Evangelio: Lucas 6,17.20-26.
Comentario: La riqueza, el bienestar y el consumo nos ofrecen los medios pero no las auténticas razones para vivir y ser felices y así, la insatisfacción de muchos no se debe a su situación, sino a la voz de su conciencia. Piensan que son libres pero en realidad no escuchan desde su interior, sino desde la seguridad, el éxito, la imagen, la riqueza, el poder, el hedonismo… por eso ni ven ni oyen las necesidades de los demás.
Continuamente la vida nos plantea las dos realidades que siempre van contrapuestas e implícitas en ella: el bien y el mal.
Quien pone todas sus esperanzas únicamente en lo humano confiando y buscando en ello su motivación y su fuerza, apartando su corazón del espíritu de bondad y misericordia del Dios creador, se cierra el camino hacia la felicidad porque el ser humano es frágil, débil y encerrándose en sí mismo desde la soledad y el egoísmo no puede encontrar la dicha que anhela aunque posea muchos bienes, dones y riquezas.
La historia nos demuestra que sólo desde la comunicación, la comunión con los demás y desde la apertura al otro por la fe, la misericordia y el amor de Dios, podemos sentirnos realizados, felices y esperanzados; y es que el ser humano no tiene razón de ser ni sentido en sí mismo.
Desde la lógica humana, basta con observar en los círculos más íntimos, como es la familia, cómo la realidad desgarradora de la confrontación, el odio, la separación y la muerte desmonta toda nuestra vida y nuestro destino y nos hace sentir el dolor, la tristeza y la impotencia del ser humano, temiendo que nuestra propia realidad también desaparezca para siempre.
En eso radica la maldición de Jeremías: “Maldito quien confía en el hombre… apartando su corazón del Señor”. Por eso, como dice San Pablo hemos de cambiar nuestra lógica por la de Dios y considerar que Jesucristo, modelo para el destino de toda la humanidad, ha muerto realmente; pero ha resucitado para abrirnos las puertas a la comunión, al amor verdadero, a la felicidad y a la esperanza de la eternidad como oferta definitiva de vida asentada en esa actitud humana de apertura al Dios de la vida que se ha hecho presente en medio de nuestra humanidad por el misterio de la Encarnación y de la Resurrección de Jesucristo.
Una oferta siempre vigente ante los enigmas que atenazan nuestra existencia. Las bienaventuranzas son las maneras de vivir en nuestro mundo desde el Espíritu de Dios porque Él está con los pobres, los mansos y humildes, los afligidos que lloran, los hambrientos, los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos, los perseguidos… alcanzando el corazón humano y ofreciendo respuestas a nuestros problemas.
Jesucristo sabe bien que el hombre busca su felicidad en los bienes, el poder, el prestigio… desde su egoísmo, por eso nos advierte que hay que buscarle el sentido a la vida, no desde nuestra perspectiva, sino desde la de Dios, en un proyecto para alcanzar la felicidad desde aquí, con la esperanza puesta en la vida eterna.
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