PALABRAS DE VIDA: Ser colaboradores de Dios y pescadores de hombres

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06/02/2022: V Domingo del tiempo ordinario.
Ser colaboradores de Dios y pescadores de hombres.
Citas:
1ª lectura: Isaías 6,1-2a.3-8.
Salmo: 137 Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
2ª lectura: 1ª Corintios 15,1-11.
Evangelio: Lucas 5,1-11.
Comentario: Se dice que ha desaparecido la conciencia del mal y del pecado, lo cual no es del todo cierto. Lo que sucede es que la falta de fe en Dios trae consigo una manera diferente de enfrentarse a la culpabilidad. Muchos piensan que sin fe desaparecería este sentimiento, pero la culpa no es algo inventado por las religiones, sino una experiencia universal que todo ser humano experimenta.
Creyentes y ateos, todos nos enfrentamos a esta realidad dramática: nos sentimos llamados a hacer el bien, no nos gusta que nos hagan daño, pero una y otra vez se lo hacemos a los demás por nuestra condición humana y nuestro egoísmo. Lo distinto del creyente es que vive esa experiencia ante la grandeza de un Dios que quiere evitar el sufrimiento y el mal al ser humano. Dios es ofendido cuando obramos contra nuestro propio bien.
La Palabra de Dios, dicha por los profetas, y el Evangelio de Jesucristo, son el único mensaje en el que podemos percibir la verdad de Dios: su amor, su perdón, su misericordia insondable y lo más importante; su llamada a nuestra conversión personal y libre. La única manera sana de vivir la culpa es asumiendo la responsabilidad de nuestros actos lamentando el daño que hemos podido causar, y esforzarnos en mejorar en un futuro nuestra conducta. Vivida así, esta experiencia personal de culpabilidad forma parte de nuestro crecimiento y del camino hacia la madurez.
Quien por el contrario se encierra en su indignidad, destruye su autoestima y se anula como persona humana. Dios interviene en nosotros a través de experiencias personales que nos sacan de la trivialidad y la indolencia para hacernos ver la vida de otra manera. Quien es llamado por el Espíritu Santo a ser profeta siente que su interior arde ante el mal, le da miedo esa misión, pero la Palabra de Dios que escucha, transforma sus miedos en audacia y valentía. Es esa Palabra la que nos purifica y transforma.
Todos estamos llamados a ser colaboradores de Dios en esta vida y ser palabras de su Palabra y lanzar las redes en su nombre para pescar a otros y juntos transformar este mundo nuestro según su mensaje y su proyecto, saliendo de nosotros mismos y nuestras convicciones y siendo más de Él para tenerlo como centro en nuestras vidas; así seremos más nosotros, mas humanos, con una vida más plena de sentido, enriqueciendo nuestro proyecto vital y nuestro día a día.
El Evangelio nos anuncia la obra de Dios a través de Jesucristo, su vida y su muerte, pero si no aceptamos que ha resucitado, este no tendría sentido. Si como San Pablo y los apóstoles nos apoyamos en la experiencia que tenemos de Jesús y en que su muerte no ha sido una derrota sino todo lo contrario el triunfo del bien sobre el mal, la resurrección se impone en nuestras vidas como una experiencia de renovación, por eso hemos de proclamar esta oferta de Dios como testimonio vivo de que creemos que, ante la defensa del bien contra el mal, la meta final no puede ser el mal y la muerte, sino la vida gloriosa y eterna, reconociendo la indignidad humana frente a la grandeza personal de Jesucristo.
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