26/12/2021: Fiesta de la Sagrada Familia.
Hay que estar en las cosas del Padre Dios.
Citas:
1ª lectura: Eclesiástico 3, 2-6.12-14.
Salmo: 127 Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.
2ª lectura: Colosenses 3,12-21.
Evangelio: Lucas 2, 41-52.
Comentario: Es mucha la problemática que actualmente envuelve a las familias. Vivir la realidad familiar en las actuales circunstancias nos parece más difícil que antes; aunque nunca ha sido fácil. La precariedad en el trabajo, el paro, la falta de concertación laboral y familiar, la pérdida de valores éticos en la sociedad, el egoísmo, las diversas ideologías, la desestructuración familiar… influyen en la formación ética de las nuevas generaciones. ¿Cómo viven la realidad familiar los hijos con padres ausentes, separados, parados, toxicómanos, violentos…?
Ante la gran diversidad de maneras de entender hoy a la familia habría que plantearse, al menos, cómo debieran de ser las relaciones entre sus miembros para que sean sanas y garanticen la estabilidad emocional, y el cuidado, crecimiento y madurez de los menores, sin que determinadas corrientes ideológicas menoscaben los valores éticos de las futuras generaciones.
El germen de la familia siempre ha estado formado por los progenitores, y sus hijos. Si no es un misterio divino, no podemos venir al mundo sin ese proceso reproductivo biológico y sin unos cuidados especiales durante el embarazo. Para el posterior crecimiento y maduración son esenciales la aceptación, la entrega y el amor de los progenitores o cuidadores, por eso el misterio de la vida en familia va más allá de lo puramente biológico y entra también en el terreno de lo que Dios dispone, más aún, para los que por alguna causa pierden a sus padres.
Lo que sí debe de quedar claro es que sin amor verdadero no existe la familia; además es necesario un código ético doméstico que la identifica; los hijos hemos de respetar y honrar a los padres, cuidarlos y amarlos con compasión cuando son mayores, en las relaciones familiares debe darse la bondad; lo cual supone tener unos con otros: misericordia, humildad, paciencia, mansedumbre… virtudes que también ha de tener la comunidad, Iglesia de Cristo.
No podemos quedarnos sólo en una moral social según las ideologías del momento. No podemos construir familias contrarias a la dignidad, la libertad, ni el derecho; a un desarrollo integral de la persona, a saber quiénes son nuestros progenitores, a educar a los hijos en nuestras creencias y convicciones, en la obediencia a los padres; no de forma irracional, sino porque esas correcciones son fruto del amor y la protección. Hay que vivir desde la entrega total al otro por amor.
La Palabra del Dios Amor no puede encarnarse si no es en el seno de una familia cuyos miembros se aman y cumplen su voluntad, así Jesucristo nace de María y prospera gracias a los cuidados y enseñanzas de ella y de su esposo José.
Es en la familia donde se aprende a: amar, asumir responsabilidades, cumplir mandatos de los padres para el bien de los hijos y ocuparnos de las cosas del Padre común; Dios Creador y dador de vida, para, como Jesús, traer el Reino de Dios a la humanidad. Construir las familias desde los valores presentes en la Familia de Nazaret es garantizar el crecimiento en sabiduría, madurez y gracia para todos sus miembros y para la humanidad.
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