PALABRAS DE VIDA: Jesucristo vino para salvarnos.

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11/09/2022: XXIV Domingo del Tiempo Ordinario.
Jesucristo vino para salvarnos.
Citas:
1ª lectura: Éxodo 32,7-11.13-14.
Salmo: 50 Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre.
2ª lectura: 1ª Timoteo 1,12-17.
Evangelio: Lucas 15,1-32.
Comentario: Escuchar a Dios, hablar con Él, siempre es una experiencia ambigua y confusa para el ser humano. Sin embargo, en nuestra condición humana descubrimos desde siempre la necesidad de conocerle y de afirmar que de Él nos viene todo lo bueno y sobre todo, la vida, el amor, la felicidad. Dios forma parte de nuestras experiencias vitales más profundas, de nuestros misterios, de nuestras esperanzas y de ese bien que anhelamos, de gloria y vida eternas; sin que podamos dejar de ser conscientes de la existencia, también real, del mal, que por nuestra naturaleza padecemos y que también muchas veces causamos a los demás con nuestras actitudes egoístas.
Cuando desde nuestro interior y desde nuestra conciencia no somos capaces de escuchar esa voz sublime, profunda y a la vez cercana, nos vamos perdiendo en nuestro peregrinar diario y sin el don de las esperanzadoras palabras proféticas, de la fe y del ejercicio de la caridad, vamos construyendo imágenes de dioses que, como becerros de oro no nos sirven para nada porque ni sienten ni padecen. Cuando en realidad Dios es nuestro creador y dador de vida, nuestro cuidador y nuestro liberador del mal desde su infinito amor e inmensa misericordia.
No debemos olvidar nunca que según el mensaje profético, apostólico y el propio Evangelio, Jesucristo vino al mundo como Palabra de Dios, verbo de Dios encarnado, para salvarnos; para buscarnos a cada uno, como quien busca una moneda perdida, desde el valor de personas, hombres nuevos, que nos da el humanismo cristiano; para rescatarnos como ovejas perdidas y hacernos hijos de Dios a pesar de nuestras contradicciones humanas como seres vivos, insensibles muchas veces a la importancia y al valor de la propia vida que Dios nos da, a su generosidad, a su misericordia; valores que debiéramos hacer también nuestros, entregándonos a trabajar por los demás y aprendiendo a compartir todos los dones, bienes y recursos recibidos, en orden al bien común, abandonando una existencia egoísta y sin sentido que no se corresponde con esa vida digna para la que fuimos creados. Esta es la verdadera y única misión que Dios nos ha encomendado en Jesucristo como respuesta a su entrega, su amor y su misericordia, totales.
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